Una cosa es tener la razón, y otra cosa es tener que gritar para imponer la razón. Ese momento en foto es espectacular, porque aunque exageradamente jocoso, es también exageradamente cotidiana esa forma de proceder, y al reírnos de esa foto, también debemos reflexionar sobre lo inoportuno y reprobable que representan esas actitudes de irrespeto e intolerancia a los demás.
Gritando a tus hijos, tus subalternos, tus amigos, tus vecinos, o a quien sea, lo único que consigues es aislamiento y rechazo: por eso, ¡no caigas en la misma comiquita que humoriza esa imagen!.
domingo, 15 de julio de 2012
152. La razón no va con los gritos
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